Estamos hartos de hablar de la modernización, la digitalización y las nuevas tecnologías que marcan nuestro día a día y afectan a todos los campos de trabajo y de la vida cotidiana. Ya hablé en el blog de las bibliotecas digitales y de la evolución que están sufriendo los libros y documentos de consulta. Pero esta reforma no solo afecta ya a la forma de ofrecer la información, sino también al entorno físico en el que se desarrollan esos servicios.
The transformation lab has demonstrated that technology plays an important part in re-inventing the physical library
La principal función de una biblioteca siempre ha sido el ofrecer ayuda a los usuarios para la consulta, la investigación, el estudio… Como ya sabemos, los libros satisfacían hasta ahora las necesidades de los lectores; pero la vida, los usuarios y sus demandas cambian y las bibliotecas se transforman para ello.
La interacción entre los bibliotecarios y los visitantes es la base de numerosos proyectos de remodelación que se están llevando a cabo en los centros bibliográficos. Los espacios se adaptan a los destinatarios: niños, jóvenes, estudiosos, adultos en general… y a sus peticiones.
Se moderniza así el aspecto de las bibliotecas: diapositivas al frente de las estanterías que muestran las portadas de los libros que contiene, mobiliario innovador y práctico, teléfonos para intercambiar información sobre un documento para escuchar lo que otros usuarios han dicho sobre este e introducir nuestra opinión sobre el mismo…
Se crean nuevas estancias donde consultar las últimas noticias en televisiones o revistas, lugares donde escuchar lo último en música, temas infantiles o tocar un instrumento, salas de concierto, charlas y debates en los que cualquiera pude tomar la palabra, zonas comunes para interactuar con otros usuarios, novedosas instalaciones para aprender e investigar jugando con una pantalla gigante sensible al movimiento o haciendo un safari o un “recorrido” en globo a través del conocimiento…
Actividades externas, como las caravanas o los autobuses repletos de documentos en papel y en formato digital que visitan pueblos y ciudades para acercar la cultura a los más jóvenes. A través de cuestionarios o de simples pizarras, los consumidores dan su opinión y dejan sus ideas para la mejora de los centros.
El cliente siempre lleva la razón y la cooperación bibliotecario-usuario es la máxima de las bibliotecas del futuro. Las personas expresan sus gustos y deseos y las instalaciones se adaptan a las necesidades de sus visitantes para seguir facilitando el conocimiento y la investigación, aunque sea a través de un coche de juguete, una guitarra eléctrica o un iPhone de última generación.